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La democracia del siglo xxi: hacia una humanización global.

Por: Durán i Lleida, JosepTipo de material: ArtículoArtículoSeries Frater: Revista de Estudios Aplicados ; Vol. 4, n°2, 2020Descripción: pp.3-13Tema(s): Democracia -- siglo xxiClasificación CDD: 321.8 Recursos en línea: Texto completo en línea
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Cualquier reflexión a propósito de las características deseables de la democracia del siglo
XXI obliga a iniciar mis consideraciones a partir de dos premisas iniciales: la primera, que,
pese a su expansión geográfica e incluso cultural, la evolución experimentada por la demo-
cracia en los últimos años no ha resultado tan satisfactoria cualquier reflexión a propósito de las características deseables de la democracia del siglo
XXI obliga a iniciar mis consideraciones a partir de dos premisas iniciales: la primera, que,
pese a su expansión geográfica e incluso cultural, la evolución experimentada por la demo-
La creatividad en los últimos años no ha resultado tan satisfactoria como hubiésemos deseado. Des-
pués de décadas e incluso siglos pensando que la democracia es el mejor de todos los siste-
más –excluidos los restantes, que diría Churchill— lo cierto es que hoy en día percibimos
más que nunca que la realidad no se ajusta por completo a la teoría y que, en algún lugar u
Por otro, el deseable progreso democrático se ha desviado de la ruta deseable. La primera cues-
tión, pues, consiste en determinar aquello que debería ser enderezado, si pretendemos que
la humanidad alcance un estadio de democracia generalizada, en el que los derechos huma-
nos, el bienestar y el progreso no sean sólo el privilegio de algunas personas o de algunos
territorios, sino verdaderas realidades universales para todas las personas y en todos los esta-
dos de este mundo.
La segunda premisa, es que no sólo se trata de enderezar el rumbo, sino que debemos carto-
grabar los nuevos escollos que aparecen ante nosotros. No sólo el camino no ha sido el más
adecuado, sino que, además, han aparecido nuevos obstáculos a superar. Si en el XIX se
luchaba por acceder a un mínimo de derechos humanos y garantías legales frente a regime-
nes monárquicos o absolutistas, absolutamente desiguales, en los que el simple voto censita-
rio ya fue una conquista, y en el XX se luchó por el reconocimiento universal de los derechos
humanos en una sociedad sacudida primero por guerras de dimensiones impensables y
luego por la división entre bloques y el pánico a una consagración nuclear, ahora, en el siglo
XXI, el escenario es otro muy distinto. Tan distinto, que ya no podemos entender la demo-
cracia de una manera local, sino global, y ello en una sociedad en la que la información y las
redes sociales configuran una manera de actuar completamente distinta a la de décadas
anteriores.
como hubiésemos deseado. Des-
pués de décadas e incluso siglos pensando que la democracia es el mejor de todos los siste-
más –excluidos los restantes, que diría Churchill— lo cierto es que hoy en día percibimos
más que nunca que la realidad no se ajusta por completo a la teoría y que, en algún lugar u
Por otro lado, el deseable progreso democrático se ha desviado de la ruta deseable. La primera cues-
tión, pues, consiste en determinar aquello que debería ser enderezado, si pretendemos que
la humanidad alcance un estadio de democracia generalizada, en el que los derechos huma-
nos, el bienestar y el progreso no sean sólo el privilegio de algunas personas o de algunos
territorios, sino verdaderas realidades universales para todas las personas y en todos los esta-
dos de este mundo.
La segunda premisa, es que no sólo se trata de enderezar el rumbo, sino que debemos carto-
grabar los nuevos escollos que aparecen ante nosotros. No sólo el camino no ha sido el más
adecuado, sino que, además, han aparecido nuevos obstáculos a superar. Si en el XIX se
luchaba por acceder a un mínimo de derechos humanos y garantías legales frente a regime-
nes monárquicos o absolutistas, absolutamente desiguales, en los que el simple voto censita-
rio ya fue una conquista, y en el XX se luchó por el reconocimiento universal de los derechos
humanos en una sociedad sacudida primero por guerras de dimensiones impensables y
luego por la división entre bloques y el pánico a una consagración nuclear, ahora, en el siglo
XXI, el escenario es otro muy distinto. Tan distinto, que ya no podemos entender la demo-
cracia de una manera local, sino global, y ello en una sociedad en la que la información y las
redes sociales configuran una manera de actuar completamente distinta a la de décadas
anteriores.

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